Mis últimas palabras a los estudiantes...
Les escribe Samuel, su compañero de misión, según el “extraño” plan de Dios, que ha decidido que yo y mi familia viniéramos desde Baja California a contribuir con ustedes en el ministerio.
A todos los estudiantes de Jalisco, a los que actualmente están involucrados en la misión en sus escuelas y a los que se irán integrando en los próximos semestres.
Deseo con todo mi corazón que la plenitud de Cristo inunde sus corazones para que puedan seguir siendo fieles y dignos de su llamamiento, para ser luz en sus escuelas y campos laborales cuando egresen.
Doy gracias a Dios, porque en su gran misericordia ha levantado a varios estudiantes que han hecho esta labor mucho antes que nosotros y nos han dejado su ejemplo, recursos y experiencia. En nombre de todos ellos, quiero animarles y desafiarlos a no rendirse en esta misión tan importante, que tiene como objetivo que el Reino de Dios se haga presente en todas las escuelas de Jalisco.
Ya en otras ocasiones he tenido oportunidad de compartirles esto, pero creo que es necesario dejárselos por escrito:
Durante mi estancia en Guadalajara, he tenido varios episodios donde me siento como acumulando una visión que me sobrepasa y sobrepasa el presente en el que nos encontramos como grupo local. Pero así como se agita una botella de refresco y cuando se abre sale disparado su contenido, así me siento, como agitado por el Espíritu. Y aunque hago el esfuerzo por contener esa visión, sale disparada; no me la puedo quedar para mí.
En la visión, veo un ministerio integral, donde hay células de estudio Bíblico, pero también un testimonio natural y fuerte de uno a uno; escenarios masivos que congregan a muchos estudiantes y maestros en las universidades, para conversar, orar o compartir sus vidas en grupos pequeños, en la calidez que permite la Palabra. Un ministerio integral donde haya lugar para todas las iniciativas e inquietudes. Donde los dones del Espíritu fluyan libremente. Un ministerio que en lugar de ser una preocupación para las iglesias locales sea un orgullo y realmente un brazo misionero de ellas. Donde los pastores nos pidan llevar la visión a sus jóvenes y darles recursos para comprender mejor las Escrituras. Un ministerio rodeado de mucha oración, de mucho cariño; una comunidad inquebrantable de amor que atraiga a los estudiantes.
En la visión, también veo a toda una facultad para Cristo. Imaginemos esto, que en nuestras escuelas, los conserjes, los maestros, los directivos, los estudiantes y administrativos; todos siendo transformados por el Señor. No hablo de personas que se vuelvan cristianas y vayan a una iglesia cristiana, hablo de un ambiente en el que se respire y se viva el servicio y no la competencia; la verdad y no las apariencias; la justicia y no las injusticias; la paz y no la guerra; la compasión y no la violencia; la esperanza y no la desesperación.
Al principio, creí que se podría lograr con grandes estrategias, pero luego fui cayendo en cuenta que cada paso es un gran avance, por muy pequeño que sea, si lo hacemos con fe y conscientes del poder del Evangelio: una oración solitaria en el jardín, una conversación sincera con uno de tus compañeros, un apoyo a un estudiante internacional que se encuentra desorientado; actos humildes llenos de esperanza, con la expectativa de que esas semillas están cayendo en buena tierra, y que, por el poder del Evangelio, darán un fruto abundante en sus compañeros y en su facultad. Actos en que el único impulso sea nuestro amor por Dios y por el prójimo. No por quedar bien con el asesor o por tener una palomita del “cristiano responsable”.
Adaptando un poco las palabras del Apóstol Pablo a nuestro contexto diría que:
Si tengo un grupo de estudio Bíblico y no tengo amor, de nada me vale.
Si soy reconocido por elaborar y dirigir estudios interesantes e impactantes pero no tengo amor, de nada me vale.
Si mi grupo de estudio es el más constante y el que tiene más asistentes; si entiendo bien la Palabra y siempre doy comentarios certeros sobre su significado, pero no tengo amor, de nada me vale.
Si cumplo con mis deberes en casa; si hago todo lo que está a mi alcance por ser un hijo intachable, pero no tengo amor, de nada me vale.
Si soy el que más sirvo en mi congregación; si estoy disponible para lo que se necesite y nunca fallo a mis promesas, pero no tengo amor, de nada me vale.
Si por mí influencia muchos estudiantes se han hecho cristianos, pero no tengo amor, de nada me vale.
Porque el amor, mis queridos amigos, es la ley de Cristo y a la vez, lo que conmueve a las personas para venir a Él.
Recuerdo una plática muy desafiante que hace un tiempo tuve con un estudiante, directamente me dijo: "yo no quiero ser tu hermano, quiero ser tu amigo" Me desafió bastante, porque allí mismo me hizo preguntarme qué es lo que realmente buscaba de las personas a las que les comparto el Evangelio ¿Solo quiero “ganarlo”, invitarlo a la iglesia y allí se acaba mi parte? ¿Realmente quiero ser su amigo? ¿Por qué quiero que este estudiante reciba a Cristo? Y en la misma plática, me dijo algo que nunca se me va a olvidar: “Ustedes los cristianos son Cristo.” Y tiene toda la razón, somos el cuerpo de Cristo en medio de la Universidad. Somos la expresión de su amor a nuestros compañeros. Pero necesitamos explorar con profundidad el significado de las palabras de nuestro Señor cuando dijo: “Como el padre me envió, así yo los envío a ustedes…” Debemos dejar que el modelo de misión de Jesucristo transforme nuestros modelos favoritos o de moda. Necesitamos redescubrir las implicaciones de la encarnación de Jesucristo en nuestra misión en la universidad; las implicaciones de su muerte y de su resurrección… eso va a impedir que nuestra misión sea vacía, sin sustancia. Por el contrario, será una misión acompañada por el poder del Espíritu Santo y rodeada de la Gracia de Dios.
Mis queridos hermanos, sé que todo esto suena a algo imposible, sin embargo ¿Por qué nuestro Dios concibió todos estos planes en su infinita sabiduría, porqué involucrarnos e inaugurar una nueva humanidad si no podemos vivirla? En una ocasión leí que la práctica misionera del apóstol Pablo buscaba la formación de comunidades que fuesen expresiones vivientes de la nueva humanidad en Cristo. Y cada que veía destellos de ella las resaltaba y las promovía. Seamos estas expresiones vivientes de la nueva humanidad en la universidad. Que los estudiantes, los maestros, los administrativos se sientan atraídos a Cristo por nuestro testimonio.
No es muy diferente la búsqueda de IFES y COMPA: “Queremos ver a estudiantes formando comunidades de discípulos, que son transformados por el Evangelio y que impactan a la universidad, la Iglesia y la sociedad para la gloria de Cristo”.
Termino con esto: Abracen esta visión, sueñen en grande, hagan planes, busquen las mejores estrategias, diseñen buenas preguntas para sus amigos, sean estudiantes ejemplares, analicen cuidadosamente sus campus, estudien meticulosamente la Palabra, oren mucho, ayunen, sirvan en nuestras congregaciones, sean responsables con su célula, aprovechen su juventud, no pierdan tanto tiempo en las redes sociales, aprovechen el tiempo… Pero sobretodo, amen, que todo lo que hagan esté bañado por y con amor. Que nuestro amor a Dios se desborde hasta llegar a nuestros compañeros, a nuestros hogares, vecindarios y congregaciones.
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Les escribo estas palabras a unos días de partir hacia Baja California.
Les escribo con ganas de ya estar escuchando noticias de todas esas hermosas historias que ya está tejiendo nuestro Padre celestial.
Esperamos poder visitarles cuando se nos presente la oportunidad. Si no estuvieron en la ceremonia de pase de estafeta, les informo que Dios ha llamado a Rosita para estar a cargo del grupo local por un tiempo. Respeten su liderazgo. Ella ha sido fiel y tiene muchos recursos que serán de ayuda para ustedes. Además que tiene un hermoso ministerio de evangelismo, también hay un gran equipo que le estará ayudando. No la abandonen, al contrario, trabajen con ella. Recuerden que quien les llamó a compartir en sus escuelas no fui yo sino nuestro Señor.
Por último, “Que Dios el Padre y el Señor Jesucristo les concedan paz, amor y fe… La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor imperecedero.” Efesios 6:23-24
Con amor,
Su hermano y coaborador Samuel Rodríguez Tapia
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